Si el nórdico cabe en casi cualquier hogar, con el rústico pasa lo contrario: los mismos elementos estructurales de la casa han de invitar ya a cobrar este ambiente rural y auténtico. No es necesario vivir en la montaña o el campo, desde luego, pero tampoco tiene sentido ponernos rústicos en un piso pequeño del centro de la ciudad.
Al menos, es preferible contar con unas vigas de madera vista, paredes de piedra, una chimenea de hierro… elementos con carácter campestre que den pie a invocar el espíritu del pueblo a través de la decoración.
Es importante, para dar verosimilitud al rusticismo, que guardemos de la vista todos los elementos tecnológicos: una tele de 50” le sienta a una casa rústica como a un Cristo dos pistolas.
Incorpora sin miedo piezas artesanales para enriquecer el ambiente, maderas nobles y envejecidas, herramientas de antaño –como utensilios de labranza, por ejemplo- y todo aquello realizado en forja que puedas imaginar: desde un cabecero hasta una lámpara o un armario.